martes, 16 de junio de 2020

Tocando el Anal.


Tiene algo de machista el tema del sexo anal. 

En general. 

No se cuestiona en la cama, si a un chico le gusta o no. Si quiere intentarlo o no. Tampoco se le insiste. Cierto es. Que cada vez es más frecuente. Que ellos exploren ese campo. Y son ellos. Los que ahora te dicen. ¿ Te gustaría probar a jugar conmigo por ahí ?. Lo hacen con total naturalidad. Como debe ser. Sin embargo. Cuando hablas con la mayoría de los chicos sobre anal. Ya saquen ellos el tema en la cama. O surja en una charla. Siempre son expertos. Saben que con delicadeza te gustará. Que usando geles apropiados te gustará. Que con paciencia. Te gustará. Que con cariño... ¿ Cariño? Oh, wait! Si ni siquiera folláis con cariño, hombre por dios. Qué me estás contando. Bueno. Éso. El culo. El ano. De una mujer. Es como la tónica Schweppes. No te gusta el anal, porque lo has probado poco. Ya. 

Si un chico tiene fijación con el tema, y hay un montón, te insistirá. Te intentará convencer. Te dará millones de razones. Un montón de datos. Parece que se han sacado un máster cular en Aravaca de Harvard. 
Y el sexo anal es una cosa como cualquier otra. Lleva su proceso. Y hay a quien no le gusta. Sin más. NO le gusta. Y punto. Pero resulta que te tiene que gustar. O al menos lo tienes que probar. No te vayas a ir de esta vida sin un unicornio de colores en el puto culo. Por no mencionar que hay personas con problemas zonales, por un millón de motivos. La de veces que he tenido que dar explicaciones. Y aquí. No, también es No. Pero ellos tienen que convencerte de las propiedades y ventajas de una polla en el culo.  Que si no lo vas a cambiar por nada, mujer. Que a mí me daban dos. Y así todo. 
El caso es que yo lo probé. Y lo pasé. Tan, tan mal. A pesar de la delicadeza. Del cariño. Del amor. Del cuidado. De los geles. De la paciencia. Etc... Que nunca mais. 
Y pasaron los años. Y fui descubriendo otras cosas. Fui cambiando de amantes. Vamos. Igual que todo el mundo. O casi. Supongo. 

Hasta que llegó un chico que me entendía muy bien con él en la cama. Era tremendamente entregado. Se preocupaba mucho de mi propio placer. De experimentar conmigo a ver como yo gozaba más. No es muy habitual ésto. Así que esos meses estuvieron genial. Nos hicimos follamigos. Compartíamos hobbies, cine y cama. Su polla era genial. Mi coño le gustaba mucho. Luego nos enfadamos. Dejamos de vernos. Pero tuvimos unos reencuentros puntuales. Y justo en el último. Sin saber ninguno de los dos. Que sería el último. Nos pusimos muy cachondos en su sofá. Yo no sé cómo me tocó. Yo no sé que comí aquel día. Yo no sé que vimos en netflix ( bueno sí lo sé, pero es anecdótico). Yo no sé qué ocurrió. Yo me volví loca del coño. Loca de cerda. Loca de sexo. Tenía tal calentón que me hubiera pasado por la piedra a dos equipos de baloncesto. O esa era al menos. La sensación. La palabra cachonda. Se queda cortísima. 
Tenía las bragas empapadas. El coño a punto de reventar. El clítoris hinchadísimo. Y en mitad de aquel salón gélido. Yo ardía a más no poder. Y notaba. Mientras jugábamos. Su polla rozando mi culo. Sus dedos metidos en mi coño. Y no pude más. Fue como una revelación. Me apoyé contra la mesita de centro. Me bajé las bragas. Y con las manos sujetándome en esa superficie. Y mis piernas bien abiertas. Le dije: ¡ Métemela por el culo! Ya!!!! 
"Pero"... 
Él sabía de mí respecto a ese tema. Había salido en nuestras charlas varias veces. Y claro. No sabía si todo aquello era producto de la locura vaginal. Y a ver si luego me arrepentía. O me ponía malita. 
Yo insistí. En aquel momento su polla en mi ano era lo úinico que podía calmar ese furor uterino. Y yo no sé. Qué pasó. Qué hizo clic. Como mierda encajamos. Pero entró sin más. Y fue glorioso. Tan glorioso que estuvimos horas follando sólo por el culo. Lo recuerdo como un placer intenso y estupendo. 
Al día siguiente me fui para casa con cara de pasmo. Yo?. Por el culo. Yo! Manda narices. Pues sí. Luego vino una semana dura. De fisuras. Hemorragia. Caminar como John Wayne en una del oeste. Cremas. 
No volví a verle. No recuerdo bien como nos dijimos adiós. Ni por qué. El culo no fue el motivo. Sin embargo, el culo. Mi culo, fue el motivo de como me masturbo a partir de entonces. Me encanta meterme una balita. Jugar con mi agujerito. Sentir algo ahí dentro. 

No he vuelto a follar por el culo. No sé si volveré a hacerlo. No sé como será si ocurre. No tengo ni idea. Quizá fue fruto de aquel calentón. Tal vez se repita. No me preocupa. A ellos les preocupa. Ese es el problema. Y la diferencia. Si ni siquiera yo soy experta en mi propio culo. Cómo cojones lo son ellos. Pero claro. Ahí sucede igual que en el resto del sexo. Son puto expertos porque lo han hecho con otras. Y por éso no funciona el sexo una gran cantidad de veces. Porque nos suponen respecto a las anteriores. El mayor error del mundo mundial. Por éso son oro esos chicos que se desprenden de sí mismos, y en la cama dan, dan, dan y dan. Que desbordan empatía y entrega. Ojalá encontrase a alguien así para este verano. Sería fabuloso. Pero...

Y todo ésto. Viene a cuento. Porque. He tenido que ir al médico por mi culito. La semana pasada me compré un juguete nuevo. Una bala doble. Una normal para la vagina. Otra más fina para el culo. Ambas unidas por un cable a un mando que tiene doce velocidades y vibraciones distintas. Y es que es un orgasmo increíble.  Cuando tienes el dildo vibrando en el clítoris. Y una bala en el coño. También vibrando. Y vibrando. También. Otra en el ano.  Pero cuando te corres. Uf. Entonces hay que sacarlas. Y el culo sufre. Y bueno. Me metí la del coño en el culo porque quería sensación extra. Y uf. Bueno. Me hice una pupa tremenda. Voy a ahorrar detalles. Y abcesos. Y dolor insoportable. Así que ahora vuelvo a tener un poco de miedo al anal. Un respeto. Y también tengo una fisura. Y han pasado los días. Y todavía me duele. No sé cuando podré volver a salir a jugar con mi culito. Seguramente será. Con alguien que logre que me ponga loca del coño de cachonda. Que no insista. Que no pida explicaciones. Que no de consejos. Que no sepa de lo mío y de lo suyo. Que no sea un experto. Éso que ahora está tan de moda. Todo el mundo es epidemiólogo y proctólogo. Un no parar. Y lo digo con todo el dolor, no de mi corazón, si no de mi fistro anal. :) 

miércoles, 3 de junio de 2020

Avisos desde el confinamiento.

He comenzado una serie de artículos en facebook. No sé si los integraré aquí. O iré integrando el blog allí. Depende mucho de como vaya viendo la evolución. Y sobre todo de los sirocos que me den. Uno nunca vuelve para quedarse. Uno regresa durante el tiempo que le apetezca quedarse. Ya sea por placer. Aprendizaje. Experiencia. O lo que sea. Ningún viaje es ilimitado. Sólo a veces. Pero ése ya es otro giro de tuerca. Y un post de aviso no es para divagar. Así que éso. Si hay alguien por aquí. Que las estadísticas del blog me indican que sí. Podéis seguirme en facebook también si gustáis. En la columna de la derecha está el link. Si no, también podéis buscar el perfil Pommette Petit, no funciono como página. Gracias! Un pellizco. :)

martes, 2 de junio de 2020

Inconexiones desde el confinamiento I

Tres picaduras. Tres ronchas. Prominentes y rojas. 
A propósito de nada. 
Pero me devoran los mosquitos por la noche. Me paso las madrugadas zapatilla en mano. Soy manjar. Tengo la piel sumamente fina. Sumamente suave. Sumamente dulce. Sumamente delicada. Y ahora tengo también tres ronchas. Y no de hoy. Ahí están desde el sábado. Y todavía escuecen. Molestan. Y saltan a la vista. Son parte de este fin de semana en el que he tenido casi todo el tiempo la casa libre para mí.
Ha sido refrescante volver a disponer de tiempo y espacio de nuevo. Y volverá a repetirse con asiduidad. Qué gusto. Levantarse. Sola. Desayunar. Sola. Retrasar algunas cosas. Adelantar otras. Cerrar la puerta. Salir. Y saber. Que al volver. Decides tiempo y espacio. Para ti. Sin cortapisas. Hacía tiempo ya. Fue como un ritual. Volver. Nadie. Casi hora de comer. No me apetece. Puedo elegir lugar. Con las puertas abiertas. Cierro la ventana. Hace calor. Pongo el aire acondicionado. Bajito. Tiro de la colcha hacia abajo. Que se ventilen las sábanas. Dejo sólo la bajera. Y la de arriba replegada a los pies. Me voy a la ducha. Me desnudo en el salón. Playeras. Mallas. Camiseta. Top. Calcetines. Bragas. Cojo la toalla. La cuelgo de la barra interior de la ducha. Agua. A presión. Chorro. Agua semicaliente. Cierro los ojos. Pelo húmedo. Cabello mojado. Cuerpo empapado. Tripa premenstrual que avisa. Que  molesta. Pezones erectos. Jabón. Espuma. Sólo uso la esponja de red cuando me exfolio. Paso mi mano con gel. Pies. Tobillos. Gemelos. Muslos. Ingles. Culete. Coñito. Ombligo. Cintura. Torso. Pecho. Brazos. Axilas. Cara. Y ahora el pelo. Champú. Masaje. Y aclarado. Cierro el grifo. Cojo de nuevo la toalla. Y me envuelvo. Salgo. Me seco un poco el pelo con una toalla de mano. Y salgo descalza. Entro en la habitación. Abro el cajón. Ese cajón. Saco dos neceseres. Uno los dejo encima de la cama para después. También cojo auriculares. El cargador del móvil. El móvil. Un paquete de toallitas. Y una botella de agua. Y ahora el tiempo. La casa. Es mía. De forma ilimitada. Y me voy a masturbar. Y voy a tardar un montón. Generalmente tardo mucho. Pero hoy especialmente voy a requerir de un mucho tiempo. Porque lo tengo. Voy a retrasar el orgasmo todo lo que pueda. Quiero disfrutar. Mimarme. Regalarme. Un placer sin prisas. Como una veneración personal. Unas horas de balneario del sexo. Del auto sexo. Voy a olvidarme de la cuarentena. De que no hay posibilidad de nadie más. Por el momento. Y que tengo dos juguetes. Algunos vídeos. Y algunos audios. Y quizá alguna llamada. Para estar un poco más acompañada. Es tiempo de jugar. De tener un detalle conmigo misma. De subirme a las alturas. De provocarme esos mini orgasmos incompletos. Hasta que llegue el estallido final. Creo que hoy elegiré la velocidad número dos. Pero también la vibración número cuatro. Y puede que la siete del botón del vibrador. Dan un gusto especial. Un placer diferente. Incluso gimo distinto. Ojalá me oyese alguien. Me gustaría. Es excitante. Estar sola. Pero no del todo. Complicidad. Un cómplice. Que se excite conmigo. Y disponga de su tiempo. Y de su espacio. Y se olvide también. Por un momento. De esta cuarentena. Y ambos nos dejemos llevar. Quiero oírle jadear. Escuchar como se masturba y goza. El placer ajeno provocado por el propio es de lo más potente del mundo mundial. Meterte dos dedos dentro del coño mientras escuchas como se toca la polla. Imaginar que esa polla son tus dedos. Y el sonido de la vibración del dildo de fondo. Mmmmm. Sexi. Muy sexi. Cómo no mojarse, imaginando, con la toalla todavía alrededor del cuerpo. No voy a quitarla del todo. La subo. Muslos al aire. Ingles al aire. Coño al aire. Palpitaciones al aire. Tengo que tocarme. Tengo que presionar. Ahí. Con el dedo. Con la otra mano cojo el móvil. Había un vídeo que me mandaron guardado en alguna parte. Y un par de audios. Estará aquel chico que... ¿conectado?. Es un momento ansioso. De necesitar algo. Que a lo mejor no está disponible. ¿ Bastará con la imaginación? Y sus tres velocidades. Ha pasado ya media hora. Hacía mucho tiempo. Porque no tenía tiempo. Que no me excitaba tanto. Sólo con mis dedos. Con mis manos. Sin tecnología. Son buenísimas esas pajas. Donde puedes llegar perfectamente al orgasmo como lo hacías de adolescente. Únicamente con tus propios dedos. Pero no. Ésto no ha hecho más que empezar. Y ahora dejo las tetas al aire. Los pezones como escarpias. Como bolas de pin-ball. En ese momento no hay nada más excitante que el propio cuerpo. La propia dureza. La propia humedad. Y tus propios dedos. Viajando por todos esos lugares. El charco de la sábana. Los gemidos en aumento. El sonido de ese audio guarro en el móvil. La polla de látex inerte que todavía no sabes si usarás. A veces ni hace falta. Otras te meterías dos. Y una más pequeña por la parte de atrás. El mundo del punto de no retorno. Del placer ilimitado. Es inexplicable. E infinito. Lo que puedes llegar a sentir. A hacer. A experimentar. A probar. A necesitar. Es sorprendente. Eres una guarra. Sí. Una enorme guarra encima de un charco de flujo propio. Una mujer excitada en una vorágine de una paja brutal. A veces no me queda más remedio que reírme cuando un hombre habla de que ellos son diferentes y tienen más necesidad. O son más no sé qué. O si nosotras no nos masturbamos tanto. O no sé cuanto. Si supieran. Por suerte algunos lo saben. Y comparten. Cómplices. Cómplices secretos. Y no tanto. A veces os echo de menos. Otras absolutamente nada. Hace ya más de un año que no me acuesto con alguien y es... es... No sé, esa veneración que consigo conmigo misma. Ese placer inmenso. Ese trabajo de campo. Porque un hombre que sabe de sexo. Un  hombre muy sexual. Está muy seguro de. Y no investiga. Da por sentado. Éso es mierda. Si yo misma me descubro cada día. Me recorro cada vez. Siempre aprendo. Siempre tengo ganas de aprender. Y ya tengo ganas de alguien que quiera aprender así en compañía. Un cómplice. Es más difícil encontrar un cómplice que el amor. Enamorar se enamora cualquiera que tenga ganas de enamorarse. Pero luego sale mal. Un cómplice. Una conexión sexual brutal. Es más difícil. Sobre todo si exiges en el otro lo que te exiges a ti. Y exigir no está mal. Lo malo es transigir. Porque es la aguja en el pajar. Y los alfileres pinchan. Y mientras. Yo sigo con el vibrador dentro del coño. Y un dedo dentro del culo. Tengo que que ir  mirar al sex-shop aquel, por si les ha llegado el pequeño vibrador doble que vi hace  ya unos meses. Necesito que vibre también el culito. Y la vagina. Mientras vibra el clítoris. Para terminar vibrando yo en  una explosión de colores. Y un grito. Porque grito. Y luego caigo laxa. Exhausta. Y feliz. Sobre el colchón. Y han pasado tres horas y media. Y debería comer algo. Porque estoy un poco mareada. Y luego ya pensar si veo una peli. Escribo algo. Leo un libro. O vuelvo a hacerme una paja. O la dejo para la noche. Y me devoro. Como me devoran los mosquitos. Ellos y yo. Sabemos. Que tengo la piel. Más suave del mundo. Más dulce del mundo. Más sensitiva del mundo. Más sensible del mundo. Más fina del mundo. Más sexi del mundo. Nunca me creen cuando lo cuento. Hasta que llega un cómplice. Y lo nota. Y lo flipa. Y me folla. Me folla de colores. :) 

jueves, 28 de mayo de 2020

Susurros desde el confinamiento IV


(...)


Me tomo mi tiempo. Y te devoro la polla durante un rato. Es agradable sentirla dentro de la boca. Primero sólo la punta. Luego hasta la mitad. Y ya. Toda entera. Hasta notarla haciendo tope en el esófago. Hasta la arcada. Pero sólo éso. Sólo un poco. Después sacarla. Rechupetearla. Como si fuese un polo de limón. Lamiendo cada gota. Cada surco. Cada chorro de líquido que resbala por su piel. Es agradable mirarla. Su punta colorada. Roja. Jugar con ella. A sacarla y meterla dentro y fuera de su fundita epitelial. Es agradable notarla dura entre mi pequeña mano. Es agradable masturbarla. Es agradable mirar tu cara. Y ver que tienes la misma expresión que un cadáver. Inexpresiva. Eres de placer inexpresivo. De contención. Lo paso por alto. He venido a disfrutar. He venido a follar. He venido a reembolsar todas las ganas que me quedaron en dos mil diecinueve por salir. Fóllame. Y te pones torpe el condón. Ahí es cuando sé, que tu poder no es tan grande. Ni mediano. Ni pequeño. Eres otro tío más. Uno de tantos. Jugando a ser mayor. Y sonrío. Y me abro de piernas. Y tú pones mis gemelos a los lados de tus caderas.  Y me penetras. Entra fácil. Resbala sin problema hasta lo más profundo de mi coño. Estoy tan mojada que tengo miedo a no sentir la polla en un agujero tan abierto. Y tan lleno de líquido. Comienzas a moverte. Me estás follando. Yo no siento mucho. Así que me doy la vuelta. Tienes mi culo en tu cara. Tengo tus manos en mi culo. Y ya. La polla dentro del coño. Y me muevo. Me muevo furiosa. Quiero mis ganas. Quiero mi orgasmo. Quiero mi polvo de oro. Quiero lo que es mío. Lo que todos me robáis. Lo que el egoísmo no devuelve al ni al cincuenta por ciento. Quiero disfrutar. Y me muevo cada vez más rápido. Mi vagina se contrae y expande vertiginosa empapando las paredes de tu polla. Quiero más polla. Quiero tus dedos. Ahora dentro de mí se mueven. Una polla. Y dos dedos. Una polla dentro del coño. Y dos dedos dentro del culo. Qué rico. Más. Más. Más. Siento tus huevos. Golpeando mi perineo. Esa parte dulce que existe entre el coño y el culo. Es excitante. Siempre me ha gustado el golpeteo de unos buenos huevos en esa zona. Cuanto más golpean. Más me gusta. Cuanto más metes los dedos. Más me gusta. Fóllame más. Más fuerte. Silencio. Silencio. Comienzo a comprender. Agarro mi juguete. Le doy al ON. Y me lo llevo al clítoris. Me acaricio con él. Con su vibración. La subo al dos. Y luego al tres. Va a estar bien este polvo. Esta paja en compañía. Este atrezzo. Sé que no vas a ser capaz de follarme mucho más rato. Ya no importa. Te pido tres dedos en el culo. Y me olvido de ti. Siempre has estado ahí por estar. Y yo me sigo masturbando. Mientras tú crees que me follas. Ambos mojados. Empapados. Seguimos follando. O algo así.

(...)

martes, 26 de mayo de 2020

Susurros desde el confinamiento III


(...)

Se me corta el grito cuando dices. Espera que cojo tu mochila. Y te oigo rebuscar en ella mientras con la otra mano me pellizcas las tetas. Suena una cremallera. Y luego un zumbido. Siento un calambre en mi clítoris. Y todavía me mojo más. Has puesto mi juguete en el nivel dos y estás acariciando con él el botoncito de mi coño. Uf. Chupas el dedo índice de tu mano libre y luego introduces la punta en mi ano. Comienzas a jugar. Juegas con mi agujerito del culo. Juegas con mi juguete en mi clítoris. Ahora sí que voy a gritar. Ahora sí que me voy a derretir. Ahora sí que voy a estallar. Y me das un golpetazo en la nalga con tu polla dura. Una gotita de semen se me queda allí pegada. No podría estar más cachonda. Más sucia. Más intensa. Más a punto. De romperme. En mil pedazos. Es ese orgasmo antes de llegar al orgasmo. Ese sí. Pero no. Ese que ya no puedo más. Pero puedes un poquito más. Ese métemela toda de una puta vez. Pero no. Sigues jugando. Ahora el juguete está dentro de mi coño. Y tu lengua dentro de mi ano. O eso creo. Porque ya no sé. Ahora el juguete está rodeando mi ano. Y tu lengua en mi clítoris. Y tu índice en mi coño. O eso creo. Ya ni sé. Deberías follarme. Ya no queda sábana seca debajo de mí. Y me duelen las piernas de la tensión. Y se me acaban los jadeos y los suspiros. 
Digo tu nombre. Te agachas y metes tus dedos embadurnados de mí. De mi coño. De mi culo. De mi sudor. En mi boca. Y  mientras la tengo llena. Llenas mi culo. Metes la punta de tu polla. Tu capullo. Dentro. Y yo creo que me la has metido toda. Ay. Ay. Au. Auch. Auuuuu. Wow. Guau. Así. Sí. Qué rica. Esa mitad de tu pene. Dentro de mi culo. Y esos dos dedos, de tu mano derecha. Dentro de mi coño. Me follan al compás. Zas. Zas. Zas. Silencio. Intento mirar atrás. No llego. Apeno veo parte de tu barbilla. Te estás mordiendo el labio. Estás cachondísimo. Éso todavía me pone más cachonda. Me pellizco los pezones con la mano que no me sujeto al colchón para no caerme. Equilibrismo de colchón con tu polla en mi culo. Me estás follando. Me penetras. La sacas un poco. Me desquicias. Me derrites. Me vas a matar. De gusto. Una vez más. Me vas a secar. Como puedo mojar tanto. De gusto. Dices mi nombre. Repites mi nombre. Y dices. Quiero que te guste. Quiero que te guste tanto como a mí. Quiero que disfrutes de tu coño como yo disfruto con él. Quiero que te sientas tan cachonda como eres de cachonda para mí. Quiero que notes mi deseo. Porque te deseo mucho. Y repites mi nombre. Y se me deshace la entrepierna. Y se derrite mi coño. Y creo que  va a reventar mi culo. Mi culito. No es la bala vibradora que uso conmigo. Es tu polla. Dura. Húmeda. Y está dentro. Mañana va a dolerme. Pero ahora me encanta. Podría correrme así en un ratito más. Pero decides que no. Que no es momento de corridas. Ni de fines. Ni de terminar. Tanto tiempo esperando. Tiene que durar varias horas más. Va a ser una noche muy larga. Dices. Y apagas el juguete. Sacas la  polla de mi culo. Quitas el dedo de mi coño. Dejo de pellizcarme las tetas. Ven. Digo. Y dejas la trasera de la cama para ponerte en el lado derecho. Así. Con el pantalón gris de chándal bajado. Medio mojado. Con tu polla dura fuera. Y los huevos asomando. Nos miramos. Yo sonrío. No sé follar sin sonreír. Y te digo. Y ahora te toca. Déjamela un rato. Ahora me toca. Ahora te la voy a comer. Y te tumbas en la cama. Y yo en la misma postura que estoy. Te agarro la polla por su base. Y con la otra mano te cojo los huevos. Y acerco mi boca. Porque tengo unas ganas inmensas. De comértela. Un ratito. Sólo. Solo un ratito más.

(...)


lunes, 25 de mayo de 2020

Susurros desde el confinamiento II

...
Atravesamos el pasillo. Tu brazo hacia tu espalda cogiendo mi mano. Mi mano cogiendo tu mano con mi brazo hacia ti. No conozco el camino. Que es corto. Y vamos descalzos. Hasta la única puerta que está abierta. Tu habitación. La cama está desecha. Revuelta. Pero limpia y clara. Menos mal. No soporto las sábanas oscuras, negras, marrón o borgoña. Hay una almohada. Y algunos cojines. El nórdico está casi todo en el suelo. Me doy con la esquina de la mesa del ordenador en la cadera. Ay. Ven aquí boba. Y me deslizas sobre el colchón. Así con el vestido por las axilas. Y el resto de mi cuerpo al aire. Y ya tengo la espalda sobre la fresca sábana bajera. Y la cabeza en un cojín. Y el culo en el borde de la cama. Y mis piernas colgando fuera. Y ya tengo. Tu cabeza entre mis piernas. Y tu lengua entre mi coño. Y ya tengo mi mano derecha sobre tu cabello. Y mi mano izquierda agarrando con fuerza la sábana, haciendo un gurruño. Porque no me lo esperaba. Tan de repente. Y me gusta. Y noto fresca. Suave. Densa. La punta de tu lengua sobre la punta de mi clítoris inmensamente duro. Y noto, bajar, subir, la punta de tu lengua, suave, fresca, densa. Subir y bajar. Entre mis labios internos. Externos. Meterse en mi coño. Volver a rodear mi clítoris. Ahora está de nuevo en mis labios internos. No externos. No internos. Aaaaaah. Yo qué sé. Y gimo. Y gimo más. Y grito. Calla. Los vecinos. Baja el volumen. Porfi. Vale. Quiero decir. Pero no me da la voz. Aprieto tu cabeza como si fuera a exprimirla de tal modo que saliese el mismo jugo que sale de mi entrepierna. Chorreamos. Yo ingles abajo. Tú, sudor arriba. Qué rico. Lo comes de puta madre. Me encanta. Tengo un millón de ganas de que me la metas. Y lo sabes. Y ninguno de los dos dice nada. Tengo un millón de ganas de comerte la polla. Y lo sabes. Y ninguno de los dos dice nada. Mi coño habla. Y vuelve a chorrear con fuerza. Creo que voy a derretirme. Mientras me deshidrato por el coño, todo él dentro de tu boca. Y ahora. Dices. No digas nada. Voy a darte la vuelta. Chist. Ya sé. Todavía no. Y yo me callo. Y tú me das la vuelta. Y ahora tengo las tetas duras, contra el colchón. El ombligo contra el colchón. El michelín de mi tripa contra el colchón. La mitad de mi coño empapado contra el colchón. El culo en pompa. Y de nuevo. Mis piernas colgando. Fuera de ese colchón. Y de pronto. Tu lengua. Chupando. Lamiendo. Enredando. En la raja de mi culo. Y cada una de tus manos. En cada uno de mis glúteos. Y se me abre el coño como si no tuviera límites. Y metes dos dedos. Mientras tu lengua pasa al clítoris. Y yo vuelvo a creer que voy a morirme. Porque el gustazo es mortal. Dentro. Fuera. Fuera. Dentro. Dentro. Dentro. Dentro. Casi fuera. Casi dentro. Casi. Casi. Creo que de cintura para abajo. Soy toda tus dedos. Hay dedos tuyos por todas partes. Todo dentro de mí son dedos tuyos. Y muerdo la maldita sábana. Y ojalá fuera tu polla. Y estar llena por más partes. Y poder mezclar fluidos. Por más partes. Pero tú quieres que espere. Y es mi momento de placer para mí. Y es tu momento de recrearte con mi placer para ti. Y es el momento en el que me abres las piernas. Y posas mis rodillas sobre el colchón. Y ahí estoy. A cuatro patas. Con el vestido ya casi por la cabeza. Con el culo en pompa. Las piernas abiertas que parece que se van a romper. Mi coño chorreando. Mi ano brillante. Y tu polla fuera del chándal. A punto, muy a punto de entrar en mi culo. Creo que voy a gritar. Por más vecinos que digas...

domingo, 24 de mayo de 2020

Susurros desde el confinamiento I

Me llamas.
Me dices que tendrás unos días la casa libre. Para ti solo. 
Luego me explicas. Que tendrás la casa libre unos días. Para nosotros solos. Si quiero.
Y quiero.
Preparo la mochila para esos días. Un par de mudas limpias. Una camiseta interior. Un par de calcetines de repuesto. El cargador del móvil, aunque no será necesario hace algún tiempo que la batería me dura sólo cuatro horas. La cartera. Las llaves. Condón sólo me queda uno. Gel hidroalcohólico. Pañuelos de papel. Un cepillo de dientes. Un desodorante roll-on que huele a frutas tropicales. El neceser festivo. Con su vibrador. El otro juguete se me rompió.  Y ya de paso. En un impulso. Meto también, la cámara de fotos. 
Te digo que voy. 
Me pongo la mascarilla. Salgo. Y de camino a la boca de metro paro en el estanco a comprar un abono de diez viajes. Ahora quedan nueve. Y no sé cuantas estaciones. Me has dicho en cual debo bajarme. Miro el plano del vagón. Compruebo los transbordos  correctos. Subo el volumen de mis auriculares. Suena una versión del Just can't get enough que me pone mucho las pilas. Debería haber metido vino en la mochila. Bien fresquito. Me apetece un montón una copa, un vaso, un tantito, de vino gallego, refrescante y relajante. Vibra el móvil. Es un wasap. Dices que me esperas en la salida tal que da a la calle cual. Llego a la estación. Cruzo pasillos. Atravieso los tornos. El aire acondicionado de la salida me levanta el vestido. Se me ve el culo, las cachas. Llevo unas bragas culotte brasileñas. Y los carrillos quedan completamente al aire. Me río. Subo las escaleras que llevan a la calle. Y allí estás tú. Que no sé si sonríes o no. Llevas mascarilla. Yo también. Dejamos los besos para detrás de la puerta. ¿ Qué traes en la mochila, loca? Y te ríes. Vamos es por aquí. En diez minutos estamos en casa. Y como no sabemos que decirnos. Decimos gilipolleces hasta el portal. De un edificio cualquiera. Que no es cualquiera. Porque dentro hay una cama. Y dentro de esa cama. Estaremos nosotros cuando nos quitemos las putas mascarillas, la ropa, y nos enjuaguemos los restos de la civilización, por si las moscas. Y tenemos un millón de ganas. Y un tanto de vergüenza. Pero un millón de ganas. 

Y pasas tú primero, porque yo no tengo ni puta idea de donde voy. Enfilamos el pasillo. Y vas diciendo: la cocina, el salón, el baño, la habitación A, la habitación B, mi habitación. Tú vas diciendo. Y yo no me entero de nada. Solo quiero quitarme las playeras. Los calcetines. La mascarilla. Lavarme las manos. Lavarme la cara. Darme el puto gel por los brazos, las manos y la cara y comenzar a besarnos. Torpemente. Tú te ríes. Te ríes un montón. De mí. Y a mí me da vergüenza. Pero no me importa. Y me coges de la mano y me llevas al sofá. Siéntate un poco anda. Relaja. ¿Yo? Pero si yo no me relajo nunca. Y pones el amazon prime de fondo. Y sacas no sé qué de beber. Yo te pido agua. Con las bebidas no aciertas. Eres un anfitrión torpe. Cuéntame algo. Y te cuento. Mientras te cuento me acaricias los pies. Hasta que recuerdas que no me gusta demasiado, y pasas rapidamente a los tobillos. Yo me callo un segundo.  ¿ Qué pasa?. Nada. Es rico. Y yo te sigo contando mientras acaricias, ya, mis gemelos. Arriba y abajo. Suavemente. Mi piel es enormemente suave. Fina. Tersa. Y tus manos un poco bastante, también. Hacen buena combinación. Se me eriza la piel y el cuero cabelludo. Pero sigo charlando. Como las cotorras. Tú me pides que te cuente algo. Y yo te lo cuento todo. Y tus manos ya están en mis muslos. Y cierro los ojos. Lo último que he visto, es que tienes una cara muy seria, porque estás muy concentrado. Y sigo hablando. Y tus manos ya están en mis ingles. Y por cada media docena de palabras  que te digo sale un suspiro. Tengo la piel infinitamente suave, pero joder, tus manos son muy suaves también. Qué rico. Túmbate tonta. Y me empujas con la yema de los dedos. Y mi cabeza cae sobre el reposabrazos del sofá. Dame un cojín, porfi. Y me lo pasas. Y ahora todo está bien. Con tus manos acariciando mis bragas, jugando a apartarlas o dejarlas. A veces siento tus dedos sobre la tela, otras sobre la piel, sobre el vello, sobre... Uf.  Y me abres las piernas. Y dices, vas a poner el sofá perdido. Y me metes un dedo. Yo gimo. Y pongo el sofá perdido. Me encanta tu coño. Sueltas. Y comienzas a meterme dedos una y otra vez, a ritmos diferentes. Yo no sé que está pasando debajo de la falda del vestido, pero es increiblemente rico. Me encanta. Ya casi no puedo mantener los ojos abiertos mucho rato. Pero cuando los abro, ahí estás, mirándome, serio, concentrado, excitado. Quiero tocarte. Todavía no. Es mi ratito. Un ratito más. Y comienzas a hacer dibujos dentro de mi coño con tus deditos. Y yo creo que voy a morirme de gusto, y como no me muero, quiero que dure horas, días y semanas ese gustito tan rico. Empapo las bragas. El sofá. Un cojín. Tu mano. Y tú. Me quitas las bragas. Así mejor, dices. Y vuelves a hacerme con los dedos eso que me vuelve tan loca.  Ya no estoy tan segura de que no vaya a morirme. Al menos de gusto. Te aproximas. Te acercas. Y mi zona de confort comienza a subir de temperatura. Noto tu cuerpo caliente, muy, muy cerca. Extiendo el brazo y encuentro una pierna. Subo chandal arriba. Y. Premio. Aquí hay un bulto para acariciar mientras tu sigues acariciandome a mí. Ahora sí que me tomaría un vaso de vino bien frío. O dos. Y tiro de la gomita del pantalón. Que rebota. Creo que tu pantalón del chándal también está húmedo. Quiero tocar. Te bajas los pantalones hasta los muslos. Me miras. Dices no con la cabeza y finalmente te los quitas. Me río de tus calzoncillos. Cuando no me río yo. Y agarro tu polla por encima. Está durita. Chorrea un poco. Y los huevos están firmes. Con tus dedos dentro de mi coño. Y el sofá chorreando. Yo te acaricio la polla. Los huevos. Por encima de la tela, que  los diez minutos me sobra. Y me incorporo. ¿ Qué haces, no te gusta? Quieta. No. Quiero hacer algo. Y me pongo a cuatro patas para meterme tu polla en mi boca. Y tu cara se desconcentra durante un segundo. Y mi boca se llena de tu polla. Un poco, otro poco, y otro poco más. Casi la tengo toda dentro. Y chupo. Succiono. Aspiro. Me divierto. Disfruto. Con tu polla dentro de mi boca. Ya respiraré luego. Chupo. Lamo. Succiono. Me entretengo con el capullo. Y luego con la polla entera. Y juego con mi lengua y tus huevos. Qué rico. Tú no gimes. Ni suspiras. No sé si te gusta. Pero la polla se pone tan dura, y comienza a chorrear tanto que parece ser que sí. Espera. Hace mucho que. Y no quiero que. Y me apartas. Me pides que abra las piernas de nuevo y me recueste. Más bien lo haces tú. Y cuando ya estoy en la posición que es más cómoda para volver a atacar mi coño, pones mi mano sobre tu polla. Y ahora viene las caricias dos. Yo me muero con tus dedos dentro mientras acaricio tus huevos. Mientras comienzo a cerrar los dedos para frotarte la verga y hacerte una paja. No disimules, te he oído gemir. Te encanta como te masturbo. Y yo sigo pensando que me voy a morir por como me masturbas tú. Casi ni te oigo decirme. Anda. Vamos a la cama que estamos aquí liándola parda. Deja las bragas. Y traete la mochila, vamos. Y me guiñas el ojo. Y yo te hago caso, y te sigo, con el vestido a la altura del pecho, y el coño y el culo al aire...